jueves, 17 de junio de 2010

La Visualización de las Palabras

Era una figura extraña, que no dejaba de moverse, observando su alrededor. Parecía como si siempre estuviese alerta ante enemigos invisibles, o que solo él pudiese ver. No era el ser más alto y más grande que hubiera visto (aunque no hubiera visto demasiados), pero algo a su alrededor irradiaba respeto, o miedo. Su rostro, invisible para todos, cubierto eternamente por una capucha que no se quitaba jamás, ni siquiera para descansar, había sido objeto de numerosos rumores y leyendas. Su armadura, una curiosa pieza, con el aspecto sólido del metal, pero del tacto y la protección de la tela más fina. Su arma... Siempre tan cambiante, ora una espada gigante, ora un par de espadas finas, ora unas garras afiladas... Aquellos que podían sacarle alguna palabra al respecto solo conseguian saber que "se entrenaba". Pero, y ellos se preguntaban: "¿Entrenarse para qué?".
Mucho se contaba sobre aquella criatura que no era humana. Cruelmente llamada "mero experimento", su existencia se debía realmente a ello y no otra cosa, la prueba de que hay caminos que incluso aquellos que rigen el cielo y la tierra son incapaces de ver. Si, su existencia servía para probar que los Dioses no pueden verlo todo, pero, aparte de ello, estaba condenado a una eternidad de repudia y odio irracional. Irracional porque nadie apenas lo conocía; él no estaba dispuesto a ello fácilmente, y ningún humano, enano, o ángel se hubiera atrevido a hacerlo directamente sin ningún buen motivo. Y no solamente por su aspecto, sino precisamente por todo lo demás.
Aunque su aspecto imponía. Mediría cerca de dos metros de altura, no un ser desproporcionado, pero si bastante alto para los humanos e incluso para los Ángeles, que superaba con facilidad el 1.90 de altura. Su pelo, largo hasta los hombros, y enmarañado, en otros tiempos hubiera sido blanco o plateado, pero ahora parecía más bien gris, cubierto con el polvo de los caminos, no obstante cumplía su función, que era la de ocultar aún más si era posible sus facciones, de las que solo se podían intuir que eran estilizadas y no humanas. Solamente sus ojos, brillantes como el fuego, se veían a través de la oscuridad que generaba la capucha, de la que algunos propugnaban no ser natural sino mágica.
Su cuerpo era el de alguien que había estado ejercitándose toda la vida, pero no para obtener un mejor aspecto físico, sino para ser capaz de adaptarse a todo lo que sucediera a su alrededor. Era fuerte, pero sus músculos no estaban tan definidos como los enanos o humanos, y era rápido, muy rápido, algo que no se veía a simple vista. Su piel, tan oscura como el vacío de la noche, dejaba entrever numerosas cicatrices y golpes, producto de las batallas; aunque muy pocas en comparación con las que se decía que tenía que haber sufrido, sobre todo durante su Caída, suceso que nadie mentaría en su presencia. Manos ágiles, veloces para empuñar un arma, y pies ligeros. Algunos hablaban de extrañas ocasiones donde había salido a relucir el lado angélico de su figura, un gran par de alas negras que surgían de su espalda, prácticamente haciéndolo invisible durante un vuelo nocturno. Se hablaba de plumas de cuervo o ave de carroña, pero los pocos que lo respetaban sabían que eran del mismo origen que las plumas de las alas de los Ángeles de las Montañas Perdidas, mágicas.
Tal era la figura de la que tantos recelaban, aunque no muchos conocían su nombre; por la referencia a su padre se le conocía. Pues se decía de él que, así como su padre fue una bendición, él no podía traer más que problemas, por su aspecto y su actitud, capaz de degollar ancianos o niños con un gesto, o arrasar poblados inocentes. Muy pocos conocían realmente sus verdaderos motivos, el resto prefería ignorarlos. ¿Por qué preocuparse por un ser que seguramente sería maligno, y que solamente mediante la voluntad del amable y considerado Cónclave permanecía con vida entre ellos?
Pocos, muy pocos... Las Familias Reales y el Cónclave sabían que a pesar de su enigmática figura, era un asesino perfecto y un siervo totalmente fiel; y lo usarían como arma contra todo aquello que se les opusiera, hasta que no pudiera ser de mayor utilidad...

[...]

- Me preguntas quién soy... No soy más que una herramienta para aquellos que una vez honraron a mi padre como un dios. No soy más que un ejemplo del mal para los niños, un asesino para los hombres honrados, una despiadada bestia para las mujeres... Y no les negaré ese pensamiento. He torturado, masacrado aldeas inocentes de criaturas que no podían defenderse ante mí. He matado niños, he empalado docenas de guerreros con mis armas... O eso es lo que quieren oír. No podrían soportar la verdad, de escuchar la maldad que nace en los propios humanos de los otros lugares a los que soy enviado... No soportarían escuchar acerca de religiones que piden un brazo de un niño pequeño, como ofrenda al Dios Cuervo, no resistirían escuchar la salmodia al Cadaver Andante, o las torturas tribales de los Hijos del Cráneo a sus víctimas... Si supieran que humanos como ellos pueden causar tanto daño a sus congéneres, se volverían locos, flaquearían sus ya débiles esperanzas... Es mejor que piensen que yo albergo todo el mal del mundo, a tener que erradicar a aquellos a los que juré defender...