lunes, 20 de mayo de 2013

La Locura en la Locura

Quieres que hable. Que os explique a vosotros algo que no os importa. Quieres saber por qué no te soy tan útil como antes. Por qué, con mi primera muerte, no soy tan buen perrito faldero como era.

Me han arrancado toda la pureza, paz y tranquilidad de mi mente, la última gota de mi alma ha sido corrupta por todos y cada uno de ellos. Me han hecho cosas que no sé nombrar, he sufrido un infierno que ninguno de vosotros resistiría siquiera mencionar. 

Dices que por qué no hablo. No hablo para protegeros a vosotros, del terror que podría provocar en vuestros corazones si me diera por abrir la boca. No os he hablado de las inmensas legiones,billones de enemigos, un ejercito infinito de caos y muerte, un ejército de inmortales.

No os he hablado de sus patios de tortura, miles de almas destrozadas una y otra vez. Los cuerpos se destruyen para ser reconstruidos, con tanto dolor, que preferirías seguir muerto. Pero no, no son compasivos. No conocen esa palabra.

Morí tantas veces, fui resucitado de formas tan abyectas, fui obligado a cometer tantas atrocidades, que no puedo nombrarlas. Mi mente no sabe hacerlo, está rota, destruida. Estoy loco. Pero tan loco, que estoy cuerdo.

¿Intentas entenderme? No malgastes el poco raciocinio que queda en tu cerebro, no puedes entenderlo. Pedirme que relate mi experiencia ahí abajo os mataría. No soportaríais oír hablar de los devoradores de recuerdos, que se comen tu cerebro mientras sigues con vida, para paladear todos y cada uno de tus últimos, agónicos pensamientos. Esos son los más deliciosos, los últimos pensamientos de un cerebro a punto de morir.

No soportaríais siquiera pensar en qué ocurre cuando las súcubo te empalan con estacas envueltas en clavos  llenos de sal mientras yacen contigo, y cómo te obligan a procrear con tu propia, demoníaca descendencia, para luego devorarlos. Lentamente. Mientras yaces con el siguiente que devorarás.

No podéis imaginar qué sucede cuando las amorfas entidades parten y retuercen cada uno de los huesos de tu cuerpo, para ver cómo está hecho. Cómo, mientras estás vivo, desencajan los huesos de tu cuerpo, los parten, para volver a ponerlos donde estaban, antes de arrancarte la columna vertebral, para ver cómo te retuerces en el suelo.

¿Podríais intentar entender cómo retuercen tu cuerpo con magia profana, arrancándote incluso el alma, para formarte de nuevo con miembros podridos de demonios muertos?

¿Cómo susurran en tus oídos todas las muertes que han inflingido, guardando cada uno de los más macabros detalles, para que no puedas siquiera soportar tu propia respiración?

¿Cómo te arrojan armas, para que intentes matarte de forma que no puedan resucitarte, infructuosamente?

No, Rey. No puedes controlarme. No puedes amenazarme. No hay nada que puedas hacerme, que no me hayan hecho ya. Puedes amenazarme con atacar a los míos. Mientes, y lo sabes. Porque si así lo hicieras... Permitiría que vieras mi mente, tal y como está ahora. Y nunca más podrías formar un solo pensamiento incoherente, en esa gorda, calva, e inútil cabeza que tienes.

Ahora, si no tenéis más estupideces que decir, me iré. Tengo demasiados lugares que visitar, antes de que empiece la cacería.

La Maldición del Isleño.


Caminante de islas,
hijo de la mar.
Maldito de por vida,
maldito va a estar.
No puede, no desea,
vivir lejos de la mar.
La añora, la espera,
no lo podrá soportar.

Asciende a la montaña,
piérdete en la ciudad.
Hagas lo que hagas,
no dejarás el mar.

Húndete en el vicio,
cae en la corrupción,
no puedes tener tanto mal,
no puedes olvidar la sal.

Olas, viento, agua y marea,
tierra, piedra, canto y arena.
Puedes huir, no escaparás,
no olvidas, no olvidas la mar.