Narrar la historia del Nexo sin mencionar a la Hoja que lo cambió todo es cuanto menos, insultante. La información que se posee de este arma, o entidad, es tan escasa, que ha sido cantada hasta formar parte del recuerdo constante de todas las almas de Norzel.
Versa la historia que una vez existió un poderoso Aurem, Destino, quien controlaba los hilos de unión de entre todas las razas creadas por Aurem. Era, por tanto, alguien capaz de escoger el futuro de todos y cada uno de los seres mortales del Plano, atándolos a su voluntad por encima de todo. Pero el hilo del Nexo no era correcto, era uno demasiado cambiante. Su destino cambiaba en cuanto se cruzaba con otra criatura, pues las posibilidades eran casi infinitas. Tal molestia perturbaba al poderoso Aurem, así que trazó un final rápido para el Ejecutor. Y sin embargo... Las acciones de otros Aurem Peregrinos terminaron por poner a aquel minúsculo ser frente a su grandiosidad. En el Templo del Destino, un joven Nexo clamaba que tenía "el derecho de decidir su propio destino", ante lo cual, Destino rió. Cuando se dispuso a exterminarlo sin más, la joven criatura comenzó a recitar un encantamiento. Pero no fue el absurdo intento de oponerse a él mediante magia lo que sorprendió a Destino, fue la lengua en la que lo hizo. ¿Qué estúpido le había tendido a un ser mortal un hechizo en lengua Aurem?
Dicen que fueron los Tres Aurem, en compensación a todo lo causado por el Panteón y el resto de Aurem, los que susurraron en el oído del Nexo la Canción del Albedrío. Solo ellos conocen la respuesta. Pero ni siquiera ellos, solo el Nexo, supo por qué aquella invocación tuvo éxito. Aquel hechizo Aurem tenía la antigüedad y potencia digna del hechizo prohibido de Chaos el Primigenio, quien dividió en dos todo el Plano. La entidad enigmática, Xend'Thar, aceptó al Nexo como su portador. Y la capacidad para emplear la energía del Nexo, unida a la casi infinita fuerza de la Hoja, provocó que sucediera algo que no había pasado en miles de años. La muerte de un Aurem.
Destino cayó, y su Templo fue arrasado. Los billones de hilos desaparecieron, aunque aún atados a sus respectivos dueños. Sin embargo, a partir de entonces el Nexo se volvió una anomalía. Una maldición para algunos, bendición para otros. Como portador de Xend'Thar, la Hoja del Libre Albedrío, su destino no podía ser leído ni augurado, ni de aquellos con los que se relacionara. Los Videntes solo veían humo en su figura, todo él se volvió incomprensible.
Pero Xend'Thar era demasiado poderosa para un androide construido, incluso habiéndolo sido con el propósito de ser infinitamente poderoso. El Nexo no podía convocarla fácilmente, sin exponerse a riesgos. Precisaba una inmensa cantidad de su poder para hacer efecto, y no duraba demasiado tiempo sin desaparecer. Desde su muerte verdadera, Xend'Thar desapareció...La Hoja que arrancó una región entera al Plano Daemon, la última vez que se la vio, estaba firmemente agarrada del brazo del Nexo.
Dicen los susurros, que, ya que el Xeniam Akran, el Segador, comparte la misma distorsión de su padre, solo es cuestión de tiempo que Xend'Thar vuelva a aparecer. Y, de ser así... ¿Qué potencial podría alcanzar, esgrimida por una criatura con el don de sostener cualquier clase de poder? Dicen que el Nexo engendró a su hijo con el fin de encontrar el portador perfecto... Aunque eso no podría ser el objetivo único de alguien con su espíritu. Cantan los Ángeles Caídos que el Nexo buscó desesperadamente que su hijo estuviera protegido de todo mal. Y por ello, le entregó el don de ser capaz de empuñar la Hoja, de ser libre de toda atadura. Cuando Xend'Thar vuelva a ser empuñada, incluso el Panteón temblará...
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario