sábado, 8 de mayo de 2010

La Evasión de las Palabras.

Es difícil. Y sin duda, molesto. Me cabrea, directamente, el hecho de que se escapan a mis manos. Están ahí, esperando, pero no puedo cogerlas.
Es normal, dirán algunos, escribir no es nada fácil, quedarte en blanco, carecer de ideas... A mí me fastidia por el motivo contrario; como ya dije en la anterior entrada, prácticamente me sobran ideas. Y quizá sea ese el problema, porque me cuesta horrores enlazarlas! Por ejemplo, esta tarde tenía pensado subir aquí el primer capítulo de mi "proyecto" (es idiota decirle libro, por la poca extensión que tiene por ahora), pero me he visto con que al releerlo brevemente, he tenido que cambiar la mitad de la estructura, y que se queda muy corto... Pero no sé avanzarlo sin explicar más de lo que quisiera, y sin volver loca a la gente que lo mire, porque me adelanto demasiado a los acontecimientos, y es difícil relatar algo de cero sin tener referencias básicas o mínimas... Es un problema, pero que después, conforme avance la historia, se solucionará, eso lo sé, pero el fallo sigue aquí...
Probablemente, influya el hecho de que no haya podido tener demasiada crítica. Leer no está demasiado de moda precisamente hoy en día, y mis amigos no están como para leer desvaríos mentales (ya lo que me faltaba, conseguir motivos para que me odien. Aunque, Dafnis, sigo acordándome de tí, ¡gracias tío!), si bien me han ayudado en algunos motivos y situaciones, y animándome a que no lo deje. Pero bueno, vamos a intentarlo, a ver qué sale.

Nota: Como podréis ver, hay varios capítulos 0. Esto es simplemente porque la historia no transcurre de forma lineal; es un árbol con diversas ramas, que empieza desde la copa, y se irán uniendo hasta formar un solo hilo argumental y conductor.



Capítulo 0: El Llamado.

La sala se encontraba en una absoluta oscuridad, no había el mínimo indicio de luz, fuera natural o artificial. La única puerta de la sala estaba cerrada, y apoyado en ella, una figura, alta, muy alta, que esperaba. Diez años habían pasado hasta que volviera a repetirse el acto, en el que uno de los arcos que se encontraban en el lugar comenzara a brillar. La luz parecía provenir del mismo metal, formando unos destellos extraños que jugaban en el metal de los arcos circundantes. Leves chispas surgían del artefacto, chispas de luz que crecían y crecían, luchando contra las sombras, formando una esfera compacta de energía que comenzó a crecer, expandiéndose por el metal del arco, cambiando su color grisáceo por uno de un tono azulado. La energía comenzaba a crecer y a iluminar más la sala con su luz, revelando la presencia de muchos arcos metálicos, más allá de los que lo rodeaban; quizá habría más de medio centenar de aquellas estructuras, todas distintas entre sí. Mas este era distinto al resto por ser el único iluminado, la energía circulaba a través del metal, hacia un lado y hacia otro, formando una película de bruma que cubría el resto de la superficie bajo el arco. Susurros comenzaron a surgir, provenientes desde algún otro lugar que no era aquel, pues la alta figura que observaba la escena al otro lado seguía sin denotar ningún movimiento, salvo su respiración, que indicara que estaba vivo. Solo se movió cuando el proceso hubo terminado, avanzando hacia el lugar varios pasos hasta que quedo a un escaso metro de la fuente de luz, que titilaba y se agitaba levemente. Las figuras borrosas que podían verse a través de la bruma parecían estar observando, al igual que el alto ser que esperaba al otro lado. Entonces fue cuando una de las figuras avanzo, y lo que parecía un pergamino cerrado comenzó a ser visible y claro, surcando la bruma, trasladándose a un lugar desde otro muy lejano. Cuando cayó, la figura alta se aprestó a tomarlo. En su movimiento, la figura del otro extremo que había entregado el pergamino habló, la bruma distorsionando la voz de una forma curiosa:

- Deberá recibir tu Maestro este mensaje de forma rauda y precisa, o no volverá a verlos más. Tú, Xeniam, envía nuestra voz a tu señor. – Aún la bruma distorsionaba las palabras, el desagrado y la suficiencia afloraron de forma clara. Quien habló se dio la vuelta y se alejó en la bruma, que comenzó a esparcirse por el lugar, la energía que rodeaba el portal desapareció, y la oscuridad volvió a dominar la gran sala. La criatura referida como Xeniam observó la oscuridad entre los pilares del arco aún un momento antes de darse la vuelta, y comenzar a caminar hacia la puerta. Con un leve chasquido, se abrió, y por primera vez en diez años, la sala quedó vacía de presencias vivas.

Aquel quien portaba el pergamino avanzaba con decisión a través de los largos pasillos. Su altura le permitía avanzar a grandes zancadas, apremiándose en llegar a su destino, y entregar el mensaje. Su larga melena fluía al viento, negra como la noche y tan revuelta como una tormenta; no era algo de lo que se preocupara, como su aspecto en general; ropas gastadas, no más que una armadura ligera de cuero y una toga por encima, con la espalda totalmente expuesta, por motivos evidentes.

Con rapidez, llegó al final del pasillo, encontrándose con una puerta distinta a las que había cruzado; aparte de estar entreabierta, era mucho más grande y ornamentada que las sobrias puertas que aguardaban atrás. Con un leve gesto, el Xeniam avanzó, adentrándose en la oscuridad con el pergamino aún en la mano.

La sala estaba sumida en las sombras, solo unos leves rayos de luz plateada atravesaban parcialmente la estancia, iluminando los ojos de otros muchos Xeniam; plateados, blancos, azules, púrpuras... Pero ningún par de ojos brillaba tanto como los de quien se encontraba al otro extremo de la sala, el único que se incorporó y avanzó hacia el recién llegado; el resto solamente observaba atentamente, atraídos por la luz.

- Diez años han tardado en volver su mirada hacia arriba... Eran ellos, ¿cierto? - preguntó la figura, sensiblemente menor al mensajero. Este asintió levemente, sus ojos miraban hacia el infinito. Abrió más la puerta, para poder ver mejor a su interlocutor.

Con la puerta abierta, se veía claramente que aquel que había hablado era al menos una cabeza menor que el más bajo de los seres que allí se encontraban. De cabellos largos y plateados, mucho más cuidados que el resto de los suyos, era con diferencia el más diferente de todos ellos. No era posible decir el qué, pero carecía de algún rasgo común al resto; quizá esa mirada inquietante, que parecían más unas cuencas vacías que una mirada real, o las cicatrices que poblaban sus brazos y rostro; producto de numerosas batallas. Vestía una armadura de algún metal muy ligero, tanto que ondeaba a su andar, como si de una túnica se tratara, pero con la espalda parcialmente cubierta (a diferencia del resto que no llevaba completamente nada que cubriera su espalda u hombros) por parte de la armadura. Alzó una mano, y pronto el pergamino cayó en ella, rompiéndose el cierre que lo mantenía sellado. En ese mismo lugar, comenzó a leerlo con rapidez y atención, frunciendo el ceño a cada palabra que leía.

- Ni un tres... No hay posibilidades... Esto debe ser un castigo o vuelven a probar que sigo siendo de utilidad... - murmuró, para luego observar a los suyos. Con un gesto, abandonó la estancia, a un paso rápido. El mensajero volvió a su lugar, junto a los suyos, y se quedó ahí, observando la franja de luz que la puerta permitía pasar... Pues él, como el resto, estaban muertos por dentro, y solamente el Maestro podía hacer que no fueran más que cáscaras sin vida...


La Sala de los Arcos volvió a brillar con la luz mortecina de uno de los artefactos de metal, mientras la figura sombría esperaba impaciente al otro lado. Llevaba una capa larga que ocultaba bastante bien sus facciones, si bien la enorme espada que llevaba atada a la espalda hacía añicos cualquier esperanza de permanecer oculto. Leyó una vez más el pergamino antes de aplastarlo con su mano y arrojarlo al suelo, hecho ya cenizas.

- Un mundo condenado a la extinción. Un lugar sin magia y sin nada más que humanos... No será un viaje agradable.

Avanzó a través del arco y su imagen se perdió entre la bruma...


Capítulo 0 - Relatos del Joven Noble - El Inicio del Viaje

Despertó del agitado sueño aferrándose a sus rodillas. El muchachito estaba aterrado por los recuerdos de la pesadilla, aún frescos en su mente. Suspiró, tranquilizándose, observando su cuarto, impoluto como siempre se encontraba. Un gran armario con numerosos cajones, así como un espejo de cuerpo entero, era quien confrontaba su lugar en el cuarto, y devolvía su reflejo. Un niño de unos trece años, quizá, su aspecto infantil y menudo así daban a entender, más su pálida piel había visto, o mas bien, no visto el sol en quince largos años. Se consideraba casi un adulto, y así era considerado en su familia.

En el exterior, las luces del alba ya luchaban por vencer a las cortinas, para anegar la oscuridad de la sala de luz. No obstante, si se podían escuchar con claridad los movimientos de la casa. Criados y siervos por doquier trasladaban diversos enseres, al son de las órdenes del Señor Solamonte, cuya potente voz se escuchaba con facilidad en la vivienda. Su esposa se encontraba ocupada, encargándose personalmente del embalaje de las más caras joyas y los más fastuosos vestidos de gala. Finalmente, se acordó el muchacho del origen de tanto ajetreo a una hora tan temprana: Se iban de viaje. Un viaje muy especial, claro está, el joven asistiría por primera vez, a aquel evento, el más importante de todas las tierras que el joven conocía, era el…

- Milord, ya casi es la hora, es menester que os preparéis para el viaje. – Una suave voz le distrajo de sus pensamientos matutinos. Provenía de una de las más jóvenes sirvientas de la casa, que se apresuraba a ordenar y recogerlo todo. El muchacho asintió levemente, pero no llegó a levantarse inmediatamente del cómodo lecho. Observando a la joven, quien trabajaba duramente a pesar de tener la misma edad que él, sus pensamientos divagaron hacia otros senderos. Viendo sus escuálidas formas pegarse a la miseria con lo que podía permitirse vestir, se recordó a sí mismo que, a la vuelta del viaje, debía terminar de cortejar a la joven Liria. De ese modo, sus padres aceptarían el adelantar la fecha para la boda concertada desde casi su nacimiento. Si ella creía que estaba preparada, cosa de la cual debía encargarse él, que apenas la superaba en dos años, podrían efectivamente unirse en sagrado enlace en unos pocos meses, evento que el joven deseaba fervientemente con solo pensar en aquella niña bajo su cuidado. Pronto tendrían hijos, y estos deberían relacionarse con los que tuviera el primogénito de la familia Barrech con su también joven esposa. Val era un viejo amigo y no tendría reparos en orquestar con él bodas concertadas a las pocas semanas del nacimiento de sus respectivos hijos. Si había fortuna, en apenas unos quince o veinte años, poseería el doble de riquezas y poder que el que disponía actualmente la familia Solamonte, con todas las ventajas de la vida de casado que poseería… Finalmente el joven se desperezó y salió de la cama.

Vestido y apropiadamente aseado, el joven descendió por la escalera ornamentada hacia el piso principal, donde ya se encontraban sus padres, esperándole desde hacía algún tiempo. El señor Solamonte era un hombre fornido, ya entrado en años. Perfectamente afeitado, su cabello era oscuro, con algunos matices grises, que auguraban el envejecimiento del hombre. Sus ojos, fríos y penetrantes, observaban con reprobación a su hijo.

- Procura ser más diligente en tu despertar, hijo mío, sobre todo cuando se aproxima el momento de realizar un viaje tan importante que hacer como este.

- Mis disculpas, querido padre, pero la excitación de realizar un viaje tan importante me ha impedido ser todo lo raudo que desearía. – Mientras, la señora Solamonte seguía impartiendo órdenes a siervos mucho mayores que ella, pues para todos era evidente que la señora Solamonte era al menos diez o quince años menor que su cónyuge. De cabellos castaños y mirada apesadumbrada, su rostro era tan enjuto como sus formas, perdidas en lo que alguna vez fueron.

- Ya sabes, hijo, partiremos hacia el Gran Templo de la Llama. ¿Lo has dispuesto todo?

- Si, madre.

- En ese caso, es la hora de partir. Volveremos en unas semanas, hasta entonces, la familia Barrech velará por nuestras tierras, con la petición de que en nuestro viaje nos acompañen tanto el joven Barrech como su esposa. Sin duda, la presencia de tu amigo Val te será de interés. - comentó su padre, no sin razón. Val sería una amena y grata compañía de viaje.


Capítulo 0 - La Peregrinación del Joven Iluminado - Arribo a la Costa.

Caía la tarde en el puerto cuando se escucharon las fuertes campanadas, provenientes de un pequeño barco pesquero que, en aquellos momentos, se aproximaba al muelle, presto a atracar. Numerosos marineros echaron el ancla hacia las profundidades de las aguas del puerto, mientras otros lanzaban cabos dirigidos a frenar el impulso del barco. La campana no dejaba de repicar en toda la acción, llamando la atención de los habitantes del pueblo.

- ¡Milagro, milagro! ¡Ha sucedido un milagro! ¡Llamad al Párroco! – gritaban los enfebrecidos pescadores, aún mientras desembarcaban con habilidad y experiencia, colocando la pasarela vetusta en la cubierta del barco.

- ¿Pero qué ocurre, por la Llama? – preguntó un aldeano.

- Hemos encontrado un verdadero milagro en el mar. ¡Un joven en el mar con la Llama entre sus brazos! Estraba flotando inconsciente, sin más que harapos y una llama blanca en sus pequeñas manos. – el pescador hablaba con verdadero fervor en su voz.

- Vaya… ¿Pero no podría ser una nueva estratagema de esos bárbaros de los Kiren?

- Sin duda, el párroco comprobará eso, nadie puede mentir a uno de ellos, ni ocultarse a su mirada.

- No os equivocáis, ciertamente. Veamos qué sucede con ello, ojala sean ciertas vuestras palabras y que un elegido por la Llama haya llegado a este lugar…


1 comentario:

  1. Bueno, lo cierto es que no he sido capaz de leer entre lineas, ni de intuir cuál puede ser el nexo que una los tres aspectos que muestra el relato.

    Aunque, habiendo revelado la presencia de un "elegido de la Llama", y sabiendo que el protagonista del 2º relato está por llegar al templo del mismo culto, es de suponer que el destino unirá a estos dos individuos. ¿Por qué?

    Deus ex machina: <>
    Se produce cuando una deidad proveniente de fuera del escenario es introducida en la trama para resolver una situación.
    En este caso, la trama es el hilo principal del "elegido" al que deben adaptarse los demás hilos argumentativos.
    Por eso es de esperar que el destino del jóven aristócrata (y alguno más por revelar) sea enlazado al del "elegido", siendo así su 'razón de ser' la de acompañarle hasta el fin.

    Y bueno, también dejas ver que el primer grupo de sujetos (que no me atrevo a afirmar que pertenezcan al grupo de Dioses) tienen algún tipo de responsabilidad para con el mundo al que pertenece el resto de sujetos.

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